lunes, 14 de mayo de 2007

Las Menospreciadas Proezas de los Sismos



La rabia de la madre naturaleza desahogada a través de los desastres naturales, pareciere que se centrara en desafiar la razón del hombre. Es un abuso que ha perdurado por años y se ha pronunciado en eventos históricos que han marcado el desarrollo humano. Uno de los desastres naturales afecta a los hombres son “las vibraciones de la tierra, producidos por la liberación rápida de energía desde rocas que se rompen debido a que han sido sometidas a esfuerzos que superan sus límites de resistencia” (Hurtado, Elkin de Jesús), mejor conocidas como terremotos. Estas trepidaciones terrestres no sólo proporcionan unas consecuencias materiales, sino unos efectos que trascienden los parámetros de destrucción física y afectan, social, política y culturalmente a sociedades enteras. Las consecuencias superficiales, llamándolas así por la poca magnitud del impacto que tienen estas a nivel global, son los resultados generales de los terremotos. Dentro de esto se podrían incluir daños al terreno, edificaciones y tragedias familiares, e incluso las casualidades (muertes totales) del sismo. Más allá de la pantalla de miserias económicas y personales que traen consigo estos desastres, se encuentran, lejos del ojo obtuso y visibles sólo a los grandes analistas de la realidad: un desvío al destino, encaminando la historia mundial hacia un nuevo rumbo, con la misma incertidumbre, pero con fines totalmente diferentes.
Este desastre natural ha sido protagonista en la caída de Mao Zedong, factor influyente en la trascendencia histórica italiana al siglo XVIII, y partícipe del mismo destino de la creación del hombre y su formación social desde sus principios hasta la actualidad.

Los sismos pueden concebirse como elementos históricos primordiales, ya que tienen una presencia constante y permanente. Siguiendo el dicho de antaño, “para entender el presente hay que entender el pasado”, debemos no sólo analizar sus artimañas, sino sus causas. Es sencillo. El problema hay que entenderlo de raíz. Al igual que el médico debe adentrarse en las causas de la enfermedad y no limitarse a sus síntomas, nosotros, siendo víctimas de esta peste natural, debemos saber sus causas para entender mejor sus consecuencias.
En las profundidades de la tierra, el núcleo, localizado en el centro terrestre, ejerce presión, e impulsa magma caliente que al llegar a la superficie debido a la impotencia calórica se solidifica, creando una capa de tierra.
Esta capa de tierra se sobrepone sobre otras capas de tierra anteriormente víctimas del mismo proceso (de ahí la formación de las cordilleras), y por medio de la subducción[1], la placa emergente empuja a la otra hacia abajo, a tal punto que esta empieza a descender, se derrite, y vuelve a su punto de partida. Es en zonas de extrema subducción que ocurren choques de placas que culminan en terremotos. Es por esto que los terremotos se concentran en estas llamadas zonas de subducción, popularmente conocidos como fallas geológicas. De esta manera entendemos por qué los terremotos se han vuelto un estilo de vida para los japoneses, ya que este país, junto a sus islas vecinas, está localizado encima de una gran falla. A pesar de tener una localización casi exacta de las zonas propensas a los sismos, estos choques entre placas son tan imprevistos que pueden ocurrir casi en cualquier parte de la región y en cualquier momento. De ahí su versatilidad hacia el desastre y potencialidad de influencia en el destino de los hombres.

Italia fue el país impulsador del renacimiento que, colmada de un paroxismo de carácter efusivo e innovador, impulsó las tendencias innovadoras en el arte que pulieron la tan aclamada época. Sus principales promotores, Vasari, Los Medicci, Miguel Ángelo, Da Vinci, Rafael, eran de origen italiano. Fueron buenos tiempos para Italia, reconocida por su cultura y aclamada por el arte que le caracterizaba. Era la admiración de los demás países europeos. Este fenómeno cultural colocó a Italia en un pedestal, aflorando la economía y riquezas del epicentro artístico de Europa. Pero las tendencias cambiantes europeas dejaron atrás todo el prestigio artístico que ofrecía Italia y optaron por dejar atrás las esculturas, las pinturas pomposas en las iglesias y la arquitectura innovadora y mostraron interés por la filosofía, abriéndole las puertas a la ilustración. Mientras la ilustración se nutría de ideas de filósofos ingleses y franceses, Italia se congeló en su propio complejo de grandeza, entró en negación, y no se permitió una trascendencia hacia la época del glamour intelectual. Seguían adulando sus propias obras, como el anciano que escarba en sus recuerdos con el pretexto de que todo tiempo pasado fue mejor. Esto frenó toda actividad y participación en el nuevo movimiento continental. Mientras toda Europa se empezaba a colmar de nuevos pensamientos, las ideas innovadoras de Galileo eran juzgadas ante la ley bajo el cargo de herejía. Italia estuvo estática casi un siglo.
Su congelamiento terminó en 1693, bajo los efectos de un fuerte terremoto, donde algunas ciudades de menester importancia para la nación como Nápoles y Sicilia fueron golpeadas por un fuerte terremoto que enterró con su fuerza mucho de lo construido y creado en el renacimiento. Fue un abre ojos para una nación que se estaba quedando ciega. Las reconstrucciones de las ciudades fueron concebidas con modelos arquitectónicos adaptados de sus países vecinos que le llevaban casi un siglo de ventaja. El arte del renacimiento y sus ideas pasaron a una historia digna de recordar. Esto ayudó a que Italia se siguiera abriendo a ideas modernas, que consiguientemente llevaron a la revolución industrial, eje primario del desarrollo económico europeo.

En los tiempos de oro del comunismo, Mao Zedong escribió con sangre en tierras chinas su llamada “revolución cultural”, creando un régimen comunista de gran potencia, bárbaro y mortífero para sus opositores. Implementando pequeñas comunidades agrícolas, explotaba a los chinos a tal punto que perecieron 15 millones de personas por las arduas labores que agotaban a los campesinos, con el fin de nutrir a un gobierno y un ejército opresor de ideologías y promovedor de terror. En sus últimos años, Zedong, padeciendo de graves problemas de salud y acorralado por un sin número de maquinaciones en su contra para la toma del poder, calcinó sus actividades hostiles y delimitó las actividades ofensivas de su ejercito rojo a unas actividades de carácter defensivo, donde su protección paso a un primer plano. Entre tanto, su poder se iba desmedrando nacional e internacionalmente. Por esto se concentró en mejorar su imagen internacional, mientras en el interior del país hacía lo posible por burlar a sus opositores. En la campaña para mejorar su imagen internacional, se posesionó como un pionero y experto en la materia de riesgo sísmico, previniendo la tragedia en el terremoto fuerte que se presentó en una ciudad costera del país. Esto dio algo de que hablar sobre China, que cada vez más perdía credibilidad política en el ámbito internacional.
Poco después, en Tangshan, ciudad cercana a la capital, se presentó un terremoto que tomó a la población por sorpresa y devastó la ciudad. Se liberó en quince segundos la energía equivalente a la explosión de 400 bombas atómicas que destruyó el 93% de las residencias de la ciudad, simultáneamente aplastando la imagen que tanto habían tratado de difundir a la comunidad internacional. Fue un desastre completo. El gobierno trató de encubrir el número de muertos. Las cifras, hasta el día de hoy desconocidas, se estiman hasta de 700,000 muertos cuando el gobierno chino declaró tan solo 242,000. Se negó toda ayuda internacional, y un país demacrado por el comunismo tuvo que sacar fuerzas para levantar una ciudad en ruinas. La población fue sometida a un altruismo forzoso hacía una imagen casi impotente. La imagen internacional de China se fue en declive al igual que la salud de su dirigente, cuyo estado de salud empeoró de tal manera que Mao Zedong falleció dos meses después en septiembre del ´76, hundiéndose, al igual que su régimen violento, en la memoria de un país sin fuerzas para evocar su pasado.

Hace trescientos millones de años, cuando el ser humano era el futuro lejano, la totalidad de la superficie terrestre estaba unida en un sólo continente, un obstáculo de un mar infinito y repitente que solo descansaba en las orillas de aquella mancha denominada Pangea. La Pangea, “toda la tierra” en griego, se denomina como la unión antigua de todos los continentes. Los cataclismos terrestres causaron que se diluyera el terreno en el olvido y se formaran lo que hoy conocemos como los 7 continentes. El proceso duró doscientos ochenta millones de años. Más allá de este proceso causado por los terremotos, debemos preguntarnos qué tanto atribuyó y afectó este proceso de separación al desarrollo del ser humano. Las respuestas se quedan cortas ante el mar de preguntas que proporcionan tan amplio cuestionamiento. Se desprenden hechos anteriores a la propia existencia de la raza humana, un peso de eventos derivados de acontecimientos que fueron consecuencia de sucesos que no hubieran podido desarrollarse gracias a los terremotos. No hay modo alguno de saber cómo se hubiera desarrollado el mundo si los cambios geográficos se hubieran frenado en la Pangea, pero si algo es seguro, es que no seríamos lo que somos hoy en día. Si se sigue la filosofía del efecto mariposa, donde hasta el evento más minúsculo tiene la potencia de desencadenar otros eventos que proporcionalmente desatarían uno grande, y así sucesivamente, es imposible imaginar la magnitud de eventos que no se hubieran podido liberar que acomplejarían hasta el más ávido de razonamiento. Sería incréspido pensar en la existencia del estrecho de Bering, inútil imaginar la navegación, imposible para muchos apreciar la infinidad del mar, y hasta la sencilla idea de un terreno externo sería reducido a teorías excéntricas de maniáticos. Estos ejemplos se quedan cortos entre la infinidad de cosas que no hubieran sucedido. Si los terremotos no hubieran causado la separación de la Pangea, hasta los mismos procesos evolutivos que proporcionaron la existencia humana serían dignos de cuestionamiento.

Con una potencia rígida y escueta, los terremotos, sin piedad alguna, han pulido porvenir de los hombres a su agrado. Han guiado naciones, fatigado regímenes políticos y desarmado el suelo total de nuestro planeta como fichas de rompecabezas.

Los terremotos han sido personajes históricos, casi subversivos, déspotas, que han forzado a la humanidad explícita e implícitamente a adaptarse y rendirse ante su grandeza. En tratar de evadir los terremotos resulta la misma impotencia de tratar de eludir la muerte. Los terremotos son apoderados omnipotentes de nuestro destino. No nos queda remedio diferente a prevenir antes de combatir lo incesable e irrebatible, para aprender a respetarlos y no menospreciar su furia. Aunque nuestro escudo de auto conservación se incrementa cada vez más, y aunque sepamos cómo combatir este fenómeno natural, los terremotos seguirán siendo una variable dentro de la historia humana, optando por nuestro destino, vociferando el cólera de la madre naturaleza.

Bibliografía
La Pangea
http://es.wikipedia.org/wiki/Pangea

Diccionario de la Real Academia Española
http://www.rae.es/

Italy's earthquake history
http://news.bbc.co.uk/1/hi/world/europe/2381585.stm

History and legends - The earthquake of 1693
http://www.ibla.net/storia/eng_stor_terremoto.asp

Beers, Burton F. , World History: Pattern of Civilization
Prentice Hall, Englewood Cliffs, New Jersey, 1993.
[1] “Deslizamiento del borde de una placa de la corteza terrestre por debajo del borde de otra” (Real Academia Española)

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